Mi abuelita me hizo el vestido, era de color azul pastel con
flores, un gran regalo que mis padres aún guardan en el armario.
Recuerdo que ese día mi tía me llevó a la peluquería a que me hicieran un
peinado de salón, aunque no me gustaba que nadie me tocara el cabello yo accedí a ir dada la
importancia del evento. La peluquera estaba inspirada y se le ocurrió cortarme el flequillo, al ver el resultado en el
espejo me puse a llorar porque consideraba que no me quedaba bien; un desastre
que una buena laca intentó ocultar. Ya luego por la tarde, cuando estaba vestida
y peinada, llegó una amiga de mi madre a maquillarme, tonos pastel en
consonancia con el vestido. Una hora después la quinceañera estaba lista.
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foto Dalana Giselle flickr |
Han pasado unos cuantos años desde entonces, pero me
acordaba de aquellos festejos adolescentes porque en estos meses ha empezado otra
oleada de aniversarios, otra edad especial, y no he podido evitar la
comparación; ha habido música, baile, sorpresa, pero me cuestiono si tenemos la
misma ilusión que antaño y si en realidad celebramos…
Ya me tocará alcanzar esta nueva edad especial, todos los
caminos llevan ahí, sin embargo las expectativas y el ansia por llegar no son las
mismas. Por desgracia esta vez mi abuelita no podrá hacerme el vestido, y por
ahora llevo el cabello corto a prueba de estilistas audaces.