Definitivamente mi mayor
miedo se solidifica en el agua, el fuego me impone respeto, el aire me causa
placer y a la tierra la he descubierto recientemente.
El aire me gusta, tal vez
no pensaría en saltar en paracaídas pero a una escala más asequible me agrada
sentir la brisa en la cara, disfruto aquellos días de fuertes ráfagas en que el
viento se escabulle por debajo de la ropa y me hace vibrar.
Con la tierra he estado
mucho tiempo sin apenas contacto, ha sido una revelación reciente con la que he
empezado un acercamiento para entrar en armonía, se trata de una especie de
conquista pacífica en la que utilizo mi cuerpo como arma principal. Aún estamos en fase inicial pero sé que esta relación irá estrechándose poco a poco.
Al fuego siempre le tuve cierto temor, aún ahora soy incapaz de encender una cerilla para evitar un posible
contacto de la flama con la yema de mis dedos. Uno de los momentos más angustiantes
de mi vida ocurrió cuando me vi atrapada en medio de un desfile tradicional en
una de las avenidas principales de la ciudad; no sabía bien de lo que se
trataba hasta divisar diablos gigantes escupiendo lumbre por la boca y gente
temeraria saltando a su alrededor, bailando bajo toda esa lluvia pirotécnica,
eso sí, cubiertos de pies a cabeza: yo en cambio iba vestida de verano con
camiseta de tirantes y falda corta. Recuerdo que corrí a refugiarme bajo el
portal de un comercio, ahí permanecí inmóvil con el corazón a mil esperando que
ninguna llama despistada hiciera contacto conmigo.
Por el agua siento pavor, la
escena del desfile resulta anecdótica al compararla con el agarrotamiento
muscular que experimento al lanzarme a una piscina o adentrarme mucho en el mar, mi cuerpo se paraliza de
tal manera que me sumerge en una batalla perdida de la que ni el instinto de
supervivencia puede salvarme; como sucedió la vez en que estuve a punto de
ahogarme sin poder reaccionar, afortunadamente mi hermano estaba cerca y me
sacó a flote ante la mirada aterrorizada de mi madre que también teme al agua.
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Foto: Ajuntament de Vilanova i la Geltrú (flickr) |
Todos los elementos juntos. Aquí nos juntaremos con todos. El viento da presencia al aire. Pisaremos la tierra mientras vamos hacia el agua y nos secamos al borde de las brasas de las hogueras. Un abrazo.
ResponderEliminarAsí es María!! Gracias por tu comentario, un abrazo.
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