Intento ver mi reflejo en las ondas del
agua pero el banco en el que estoy sentada no se encuentra lo suficientemente
cerca, y no me atrevo a estarlo más. Me aterra la fantasía de ser empujada y
ahogarme sin remedio, la cual no sería, sin duda, mi manera preferida de morir,
si se me permitiera elegir alguna…Pienso que podría asomar un poco la cabeza
sin peligro pero me interrumpe un ruido ensordecedor: el puente va a abrirse de
nuevo. Sucede casi cada hora cada vez que un barco tiene que cruzar. De repente
el mar de gente que transita por ahí se detiene como cuando pausas una cinta de
video; y esperan, inquietos e impacientes, como si les fuera la vida estar ya del
otro lado. Aprovechan su frenada inmediatez para tomarse fotos antes de reanudar
la marcha. Posan, pasan, pisan y pesan, pero el puente aguanta.
No es la primera alarma que escucho desde
que llegué, así que deduzco que llevo varias horas sentada en el banco. Como
solía hacer hace algunos años, en los que acostumbraba dar paseos dominicales que
consistían en sentarme horas en ese mismo banco a observar los barcos y hacerme
preguntas. Alguna vez tomé ahí ciertas decisiones importantes y también fotos a
los barcos. Me parecía el lugar idóneo para aislarme en mis pensamientos, a
pesar de ser uno de los sitios más recurridos de la ciudad yo estaba ahí sin
que turistas, vendedores, alarmas y barcos me perturbaran.
Después de ver cruzar el barco decido que es
hora de volver a casa. Aunque me siento cansada resuelvo ir caminando a fin de
prolongar el paseo. Es el primer domingo de primavera, hay un sol brillante
pero el viento es aún un poco frío. Mucha de la gente va en manga corta, yo
llevo un abrigo de invierno porque salí de casa desde la noche anterior, mis
recuerdos de lo que hice desde entonces son vagos e intermitentes; y tengo
dudas sobre cómo llegué a sentarme aquí…
Camino a paso lento, en el trayecto me
detengo a ver a un grupo animado de personas tratando con empeño de seguir
pasos, movimientos y coreografías de un estilo de baile de una zona geográfica
muy distante a la suya. Pienso que a veces esforzarnos no es suficiente y
continúo. Ando por calles muy transitadas. En los cruces me quedo detrás,
aterrada por la fantasía de ser empujada y morir atropellada sin remedio, la
cual no sería mi manera preferida de morir, si me fuera permitido elegir alguna…Me
interrumpe otro ruido, esta vez son las campanadas de la catedral anunciando la
misa de las doce.
Empieza a faltarme el aire, así que apuro el
paso, sin detenerme y esquivando todos los obstáculos del recorrido, como en un
videojuego de esos que no me gusta jugar. Media hora después estoy ya subiendo
las escaleras que llevan a la puerta de mi departamento. Por fin entro y casi
ahogándome salgo a la terraza a respirar, me asomo por la balaustrada hacia la
calle, empujando el cuerpo temerariamente hacia adelante. Me tranquiliza la fantasía
de empujarme y morir sin remedio al caer, porque si pudiera elegir alguna…
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